Si los usuarios de Facebook constituyeran un país, este sería el tercero más populoso del mundo después de China e India. Así quedó certificado la semana pasada cuando la más extendida red social de Internet llegó a los 500 millones de visitantes en todo el globo.
Si bien no es la página web más visitada -ese honor lo mantiene el motor de búsqueda Google, con unos 921 millones-, sus perfiles, grupos, invitaciones y ‘amigos’ han transformado la experiencia de la red al nivel más íntimo y emocional.
Cuando Mark Zuckerberg inventó Facebook hace seis años en los dormitorios de la Universidad de Harvard, ya existían otras redes sociales en línea, como Myspace.
Sin embargo, el crecimiento de este fenómeno parece radicar en la conexión personal: la página permite recuperar amistades perdidas; seguirles la pista a relaciones amorosas; compartir a distancia momentos especiales y construir colectivos de similares intereses y gustos.
Aunque en Internet todo lo anterior ya era posible, Facebook lo conjugó todo en una única plataforma e invitó a los desarrolladores de aplicaciones a aprovecharla.
El resultado fue un rotundo éxito: en año y medio triplicó su número de inscritos y hoy uno de cada tres internautas tiene su perfil.
Mil millones de fotos se suben a esta cada semana y decenas de miles de pedazos de información de millones de usuarios -desde el rompimiento de un noviazgo hasta los videos de los primeros pasos de un bebé- desfilan por los servidores de la firma de California.
Detrás de ese alucinante intercambio virtual entre cientos de millones de personas reposa la pulpa de un negocio multimillonario: mientras más datos se compartan, los anunciantes sabrán con asombrosa exactitud qué productos ofrecer y a quiénes.
Y es ahí donde surgen las críticas más duras contra Facebook: el temor por la pérdida de privacidad.
En varias ocasiones decisiones tomadas por la gerencia de la empresa estadounidense con respecto a las bases de datos de los perfiles les ha recordado a los usuarios que esta red social no es un servicio público sino un lucrativo negocio.
La ciberparadoja queda planteada: con mayor información que provea la persona a su círculo íntimo de amigos y familiares, más “desnudo” termina ante los anunciantes.
Además de la privacidad y del mercado de la publicidad, Facebook se ha convertido en una novedosa herramienta de comunicación política.
Cada vez más campañas presidenciales, desde la pionera de Barack Obama hasta la reciente del Partido Verde de Antanas Mockus, han empleado la plataforma para congregar, organizar y desplegar seguidores, así como para diseminar mensajes y posturas.
La penetración de Facebook en distintos aspectos de la vida cotidiana de las personas crece a la par con el fervor de sus entusiastas y el terror de sus opositores.
La meta de su fundador de “hacer un mundo más abierto y conectado” se viene cumpliendo mientras que a sus usuarios no les moleste compartir cada vez más aspectos de su intimidad a cambio de hacer parte de jugosas bases de datos para intereses comerciales.
Sin embargo, esa despreocupación podría acarrear costos. Un experto en computación recopiló la información de 100 millones de perfiles de Facebook y la publicó en Internet.
Sin duda, una prueba fehaciente de que a la red social más amplia del planeta le falta mejorar su seguridad.
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